domingo, 10 de marzo de 2013

Los intelectuales ¿desparecidos en combate?

Después del nuevo choque de trenes entre Almodóvar y Boyero, ésta semana sólo le quedaba a esta alma en pena que soy, encontrarse con el "versus" entre dos de mis grandes amores literarios, Javier Marías y Antonio Muñoz Molina. Es verdad que en el mundo asquerosamente estúpido en el que vivimos, ni el primer choque (poco importante para mi), ni el segundo (muy, muy importante para mí), han tenido la más mínima repercusión. Aquí, en este país, ahora solo importa un choque entre el último que sale de Gran Hermano y el que se quedó tres minutos más que él. O, por qué no, un choque Bárcenas-Cospedal en El Gran Debate, o Chacón-Rubalcaba en un programa de La Sexta. Ojalá ¿verdad? No lo veremos, ni uno ni otro. El debate político que ve mi madre es una traslación espuria del debate de crónica rosa al mundo de la cosa pública.
 
Tienen, a mi entender, razón los dos, Marías y Muñoz Molina. El último,  cuando dice que los intelectuales no han sabido hacer llegar a la sociedad su empatía  con los ciudadanos que no lo están pasando demasiado bien en los últimos tiempos; que los intelectuales no han sabido hacer oír su voz de ciudadanos "excelentes" (y lo digo desde el máximo respeto que me merecen) ante una sociedad que grita sin ser oída en marchas callejeras, huelgas, movilizaciones, etc.

Hay que decir que Muñoz Molina no está, ni se le espera. A qué tanta crítica pues.
 
Tiene razón Javier Marías cuando asegura que decenas de intelectuales, escritores, artistas, cineastas, actores, llevan años clamando desde artículos, columnas, entrevistas o galas... que están con nosotros: los parados, los ciudadanos desfavorecidos, las víctimas de los Eres, de las preferentes, los desahucios; los atropellos de la crisis al fin y al cabo. Pero ¿quién les lee, les escucha, les sigue?
 
Cuando digo que ambos llevan razón no estoy siendo tontamente ecuánime. Lo que digo es que lo que digan ellos, desgraciadamente, le importa un bledo a esta sociedad idiotizada y anormal. Aquí, en España, hoy, los intelectuales (es decir, la gente con cierta cultura, no es otra cosa) no tienen nada que decir. Ya pueden clamar, que nadie les escucha.  Es así de terrible. Llevo años diciendo que  hagamos ver a nuestros hijos que es mejor estudiar Literatura Hispánica o Ingenieria Aeronáutica que presentarse a un concurso de televisión o a un casting de "Física y Química"; que es mejor leer a Cervantes o a James Joyce que las novelas de la saga "Crepúsculo"; que es infinitamente más reconfortante escuchar en la televisión a un hombre culto que a Mario Vaquerizo. Le digo a mi madre (hija de la postguerra) que las tertulias que ve y escucha con ansia de libertad informativa no son más que una adormidera de gritos y falta de información, o, lo que es peor, de formación. La TV no está obligada a educar, me dicen. Pero tampoco a "deseducar", digo yo. Le digo a quien me quiere oír, que, hace años, para salir en TV, había que haber hecho "algo" decente: escribir un libro, descubrir una fórmula matemática, construir un buen edificio que no se caiga, levantar una empresa en quiebra, descubrir la vacuna de la malaria...Hoy en día, esa gente excelente ni está, ni se la llama.

Esos no son nuestros líderes. Nos los han quitado. Y creo que deberían volver a serlo.
Voto porque las eminencias de este país, los científicos, los intelectuales, entre ellos, Muñoz Molina y Javier Marías, se bajen a la arena de la lucha. La Tele no les va a dar cancha. Y los periódicos, cada vez menos.
Y los necesitamos. Gente como ellos son los que nos ayudarían, a la puñetera plebe- los periodistas, los funcionarios, los mecánicos, lo albañiles, los dentistas, los bomberos, los médicos, los profesores, etc...- a poner en palabras bien puestas aquello por lo que hay que luchar. Nuestros derechos. La necesidad de que sean ellos los que lideren un cambio que esperamos como agua de mayo solo depende de ellos. Seguir siendo idiotas nos ha llevado a esto. Y la gente- la plebe, el pueblo, la masa, llámalo X- no es tan tonta. No lo somos en absoluto.  Acabemos de una vez por todas con la falacia de la estupidez de la gente.

 

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