miércoles, 12 de marzo de 2014

Perra semana: Mi 11 de marzo

Escrito en la semana del 15 de marzo de 2004, con cuarenta años y mucho desconocimiento de lo que se nos venía encima. Siempre he creído que para este país el 11-M fue un antes y un después. No solo por lo que significaron los atentados y las víctimas, sino por lo que supuso para la convivencia de los  ciudadanos.  La derrota electoral no asumida y la teoría conspiranoica después, comenzaron a minar la vida de la gente, hasta unos límites insospechados. Hicieron mucho daño, y no han pedido perdón. El periodismo fue una de las víctimas.

Perra Semana (8 al 14 de marzo de 2004)

   Perra semana, la segunda de marzo. Me propongo hacer un reportaje sobre la muerte de Ricardo Ortega en Haití. O, más que de su muerte, que su muerte me sirva de “percha” (“percha”: horrible palabra que usamos los periodistas para justificar nuestros trabajos...o desmanes). Percha para hablar de la profesión: de la precariedad laboral de los reporteros, de la falta de medios, de la obligatoriedad de "rogar" para estar en un lugar donde hay noticia, de la reducción de los presupuestos para Informativos de las empresas de comunicación (sobre todo en las televisiones), de la tremenda casualidad que supone que los últimos reporteros muertos en conflictos tuviesen una relación laboral precaria con su empresa (Couso,  Anguita, Ortega).

 Mis jefes creen que voy a hacer un reportaje “humano” sobre la vida y milagros de los reporteros de guerra. Bueno, que lo sigan creyendo. El contacto para tratar conmigo el contenido del programa se reduce a una reunión el lunes. El resto de la semana, nadie se preocupa de lo que pasa o del avatar de cada reportaje propuesto, o de las derivaciones de cada tema tratado. Que pueden cambiar de orientación, o de sesgo, o de protagonistas...como cambia la vida. El programa que dirijo con sueldo de redactora sale el sábado a las 12:30 AM (¡¡¡AM!!!), dura media hora y es uno de esos programas que los listos de Económico-Financiero llaman de “presupuesto cero”. Esto es: no cobro por dirigir, ni por producir, ni por realizar. Sólo por hacer de redactora.  Pero lo hago todo. Solo hay una redactora más en el “equipo”.  No hay presupuestadas cámaras, ni realizadores, ni ayudantes de producción, ni siquiera iluminación para la presentadora...todo es de prestado. Vamos, “Informe Semanal”.
Supongo que se contentan con cubrir media hora de televisión a un precio irrisorio. Y se tiran el pisto vendiendo que tienen media hora más de información. Da igual, me digo:  al menos existe el programa. Con un poco de ganas podemos hacer algo de periodismo.
 
Me pongo en marcha con el reportaje. Es la semana de las honras fúnebres a Ricardo y supongo que hay muchos compañeros calientes. No me propongo demostrar ninguna tesis, no quiero decir que Antena 3 es la culpable de su muerte, porque eso no es verdad. Quiero aprovechar el "runrún" que corre por las redacciones (no por la mía) y por las asociaciones de periodistas ante la muerte de un compañero, que muere después de un suplicio laboral en el que se le ha relegado. Solo por informar, por ser crítico. Ahora los jerifaltes de la información dicen que ser crítico es opinar. Y que los periodistas no opinan.
 Me voy a Reporteros Sin Fronteras. Me cuentan que hace dos años enviaron una Carta a todas las empresas de comunicación españolas para adquirir un compromiso entre reporteros, empresas y poderes públicos para tratar de minimizar los riesgos de éstos informadores. Una Carta de ocho puntos. Reporteros Sin Fronteras dice que están defraudados: solo ha firmado la Carta “El periódico de Cataluña”.
Cuando acabamos la entrevista, Rafa Jiménez Claudín, de RSF, me pregunta que si no me he fijado en el extraño fenómeno que se vive desde hace unos años: “el silencio de las ruedas de prensa”. Que ya nadie pregunta en las ruedas de prensa, que preguntar es malo, que el que pregunta es sospechoso. Claro, claro que lo sé. Me dice que lo peor de todo es la poca formación de los nuevos. Los jóvenes periodistas. Le digo que yo tengo cuarenta años y que tengo jefes de veintiocho que solo se fían del teletipo. No de sus redactores, de lo que les cuentan, de lo que han vivido: se fían del teletipo. Y que son capaces de “tirar” una información por exceso de “personalización”. La quieren plana. Como un teletipo.
 Salgo de RSF con una sensación de depresión y a la vez, de alivio: algunos lo notan, como yo.
 Me voy a la Cadena Ser a entrevistar a Olga Rodríguez. Hemos pactado que le voy a dar tratamiento de “novata” como reportera de guerra en el reportaje. Y ella acepta, qué soplo de aire fresco. No se cuántos años tiene, pero parece muy joven, y eso da alas a mi optimismo. Acepta ser una novata, pero sabe mucho, sabe de la profesión, sabe aplacar su ego. No es como los que veo en mi empresa, de su edad. En la charla off the record comentamos “el silencio de las ruedas de prensa” y ella asiente: es verdad, sucede, nadie pregunta. Ella cree que es éste gobierno, y es verdad, pero no puede ser solo eso. Las empresas de comunicación “afines” tienen más culpa que el gobierno de turno. Han llegado a un "pacto social" con sus periodistas por el cual “si callas, pillas”. Y centenares de jóvenes periodistas están “pillando”. Casi sin formación. Calladitos, copiando teletipos, no cuestionando ninguna orden, ninguna directriz, están copando los puestos de responsabilidad.
 Me voy al tanatorio, al velatorio de Ricardo. Allí he quedado con Gervasio Sánchez, de “El Heraldo de Aragón”, free para EL PAIS,  hace crónicas para la SER también. Me da un alegrón cuando me dice que le rotule como fotógrafo de “El Heraldo...”. Un alegrón porque durante esta mañana de entrevistas empiezo a tener la sensación de que el reportaje no va a ser grato en mi empresa. Y firmar a dos periodistas que trabajan para PRISA puede ser aún peor. Es igual, no les va a gustar de ninguna manera, aunque rotule a Gervasio como sea. Me da un total espeluznante en el que dice algo así: “Lo grave no es la seguridad de los reporteros de guerra, lo grave es que las empresas de comunicación solo quieren vender...vender tele basura, vender publicidad, vender discos, vender enciclopedias...y reducen cada vez más los presupuestos para información.” Me dice Gervasio que han visto a Buruaga en el velatorio  y que a muchos colegas les ha dado asco.
Salgo del tanatorio más depre que llegué. Menuda mañana.
 Al día siguiente me pongo a escribir y empieza la tortura. El papel se me hace enorme cuando se me aparece el monstruo de la autocensura. Esto es televisión y las imágenes lo dicen todo: una concentración de trabajadores en Antena 3 destila más crispación que luto. Hablan los sindicalistas y decido no meter ningún total de ellos, pero sí que se les vea increpando a los directivos de la casa. Es la realidad, está pasando, lo estás viendo, como dicen las autopromos de la tele de la competencia. Se que esos planos se han desechado en los diarios de mi tele y en otras, pero yo soy un “no diario”, joder, estoy, se supone, autorizada a la reflexión...
¿O no?
 Decido, mientras escribo, que no voy a meter “ése total de Gervasio” porque mezcla las churras con las merinas...qué coño tienen que ver los reporteros de guerra con vender enciclopedias o con la tele basura.
 ¿O sí?
 Cuando subo a edición (adoro la televisión, adoro editar, adoro comprobar cómo se cuentan las cosas con pocas palabras, adoro mi profesión)...cuando subo a edición el total me lo pide el cuerpo, me lo pide el montaje, me lo pide la narración. Y lo meto. Y me quedo en mi paz.
 He montado el reportaje y me he quedado contenta. La operadora de vídeo también está contenta, le gusta lo que hemos hecho juntas. La tele es un curro de equipo y hoy hemos funcionado bien. 
 El reportaje lo tengo acabado pero al día siguiente un montón de bombas revientan la vida de 200 familias. Es el 11-M. Nos ponemos las pilas (la redactora y yo, la otra redactora-directora-productora-realizadora) para cambiar de arriba abajo el programa. Pero no tenemos cámaras para hacer nuestras historias propias, ni más redactores; no les importa que salgamos con cuatro cosillas hechas con material de los informativos. No importa, me digo, seamos modestos, esto es lo que hay, da gracias por existir. (Y mientras, lloro; lloro por los muertos de Téllez, y del Pozo, y de Santa Eugenia, y por Ricardo Ortega, y por lo que me dijo Gervasio, y por el silencio de las ruedas de prensa...lloro por dentro, soy incapaz de soltar una lágrima, me atenaza el horror que veo, y no paro de currar) Montamos un par de cosillas con material de los diarios, y queda todo muy pobre, y no quiero alargar la cosa pobre a media hora, y decido meter en escaleta, también, el reportaje sobre los reporteros de guerra y alguna cosilla  más de relleno, dios, pienso, qué bazofia.... Mala decisión, probablemente. Pero no he podido hacer más. Mi equipo (Eva) y yo, no pudimos hacer más.
 Me siento aperreada. Me voy a casa, el viernes, llorando por las víctimas y por mi profesión, por la mierda de programa que he montado. 
Había asistido a un par de reuniones de contenidos tras el atentado y estaba escuchando cosas alucinantes, frases increíbles...”hay que fiarse del Ministro del Interior” “nuestra tesis debe ser y seguir siendo la del Ministro Acebes”. (Por qué, pensaba yo, somos periodistas, nos pagan para no fiarnos, de nadie, ni siquiera o menos aún, del Ministro del Interior, nos pagan por contrastar la información, nos pagan para saber, para averiguar, para no fiarnos de nadie....)
La tele, mi tele, toda la mañana bombardeando a los espectadores con la palabra ETA, y por la tarde, y a la mañana siguiente (pero... ¿estos no han visto de noche la CNN, como yo? ¿No han visto a la presentadora devanándose los sesos y preguntándose “qué indicios tiene el gobierno español para seguir manteniendo la tesis de ETA”? ).
 Y nadie decía nada. Todos calladitos, a ver si nos van a joder. Y nadie preguntándose por la utilización de los tiempos y de la información por parte de este gobierno, y nadie preguntándose por qué el hecho más luctuoso en nuestro país desde la guerra civil no obligaba  al gobierno a sentarse con todos.
Nada. Sin debate.
Paso el fin de semana zapeando de una tele a otra, con las radios, viendo teles internacionales.  Me enervo, me pongo mala al ver lo que está pasando. Mi tele desgrana las ruedas de Acebes sin rechistar, y, todavía, el sábado por la mañana, en plena jornada de reflexión, meten una pieza que relaciona el terror de Al Qaeda con ETA. Me parecería patético si no fuese repugnante. Lo del sábado por la noche me llena de esperanza...demuestra que la gente no quiere dejarse tomar por imbécil. Lo del domingo me llena de alegría. Por fin. Que se vayan, por favor, que se vayan con viento fresco.
 Pero no se puede celebrar. Los muertos, los 200 muertos están ahí, y en mi tele, el lunes, aún se baraja la posibilidad de montar un Madrid Siete Días sobre las “conexiones de ETA y Al Qaeda”. El lunes, con unas elecciones perdidas por la soberbia del gobierno y con la opinión pública en contra de cualquier nuevo intento de manipular su opinión con tretas baratas de periodismo vendido.
 Me llama una subdirectora de informativos, que luego se marchó, y me dice; "te aviso, Isabel, éstos van a  por todas, quieren que hagas un repor con las conexiones de Eta y Al Qaeda...". No la dejo terminar. Le digo a mi subdirectora que no cuente conmigo, que no haré ese programa, que no firmaré ningún programa que lleve ese reportaje incluido, que hagan conmigo lo que quieran, que me quiten, seguramente harán lo posible o lo imposible para que dimita. Me da igual, no quiero ninguna relación profesional con gente así. Y le grito, a esa pobre mujer, llorando, llorando por los muertos, es la primera vez, el lunes 15, que me oigo y me veo y me siento llorar....exploto. Prefiero estar cuatro años montando colas. Mejor una vez colorado que ciento amarillo, le grito a esa mujer que luego se marchó, insoportablemente incapacitada, como tantos, para hacer periodismo en esa casa que prometía un futuro horrible a sus periodistas...
El director de Informativos recula, le convencen entre algunos sensatos de que no se meta en ese jardín. Y yo me libro de hacer ese reportaje.
La sensación, a lunes 15, es que TeleMadrid no va a elegir la vía de la cohabitación pacífica con la Moncloa de Zapatero. Que no va a elegir la vía de informar con honestidad. Va a elegir la confrontación y la manipulación. Va a elegir la “vía Urdaci”.
 El martes 16 sale en los periódicos el comunicado de los sindicatos de TeleMadrid denunciando la manipulación, pero en la redacción reina cierta tensión: no todos están de acuerdo en organizar alguna protesta formal, hay mucha gente “pillada”, mucho jovenzuelo en puestos de responsabilidad, de los que copian teletipos.
 De mi reportaje de los periodistas de guerra, nadie ha dicho nada. En la vorágine, a nadie le pareció “peligroso” que hablase sin tapujos de lo mal que está la profesión de periodista: es peligrosa en Haití... pero mi sensación es que también es un puto peligro trabajar en Madrid.
De momento sigo ahí. Hasta cuándo, no lo sé. Adoro mi profesión, pero creo que me obligarán a odiarla. Creo que tengo los días contados.