jueves, 13 de noviembre de 2014

Sigo enamorada de Javier Marías: "Así empieza lo malo"

Este libro tiene tres reflexiones que ya merecen comprarlo, o regalarlo, y leerlo, a pesar de que la trama sea- como me han dicho  muchos lectores aficionados a Marías que lo leyeron antes que yo- peor que la de "Los enamoramientos". La trama, en Javier Marías, para mí siempre ha sido- es un decir-  superflua. No me importa la historia/argumento/trama que cuenta, sino lo que piensan sus personajes.
Ofrece tres reflexiones, unas pocas páginas dentro de todo el libro, que me han subyugado: una sobre los matrimonios con años a sus espaldas; otra sobre los amantes y la volatilidad de su amor; y otra sobre el desencadenante, consecución y final del deseo masculino, plasmado en un encuentro sexual.
Nada que no sepamos. Lo difícil es contarlo, explicarlo, relatarlo como lo hace Javier Marías. Hay libros, novelas, ensayos, que te dejan anonadado y con la boca abierta, tal es la plasmación de lo que has pensado alguna vez y nunca has sabido explicar tan magnífica, sublimemente.  Hacía mucho tiempo que no sentía algo así, y , os juro, no paro de leer.
Si con treinta años mi percepción de la vida hubiese sido la de hoy,  habría cometido menos errores. Javier Marías también habla en "Así empieza lo malo" de la juventud, y de la madurez mediana, y de la madurez entera, y de cómo las cosas que uno ve con treinta años no son, ni se parecen, siendo las mismas, a cómo las verá, esas mismas cosas, con cuarenta, y ya no te digo con cincuenta años.
La trama en Marías es lo de menos, aunque tenga su miga, como no. Cómo no atrapar al lector en una trama, que avanza despacio en grandes secuencias de un solo plano (imposible no "ver" mis libros en lenguaje de cine, o, por ser menos pretenciosa, de tv), en las que no pasa casi nada y pasa todo. Aquí no hay plano-contraplano, ni montaje a corte.
Imposible no reflexionar, leyendo "Así empieza lo malo", todo lo que mi vida habría sido si a los treinta años hubiese sabido, hubiese conocido, hubiese intuido, lo que ahora se, conozco y no solo intuyo: de la vida, del amor, de los matrimonios, de los amantes, del deseo masculino conseguido y olvidado nada más conseguido.
Tiene valor Marías al hablarnos así del amor, del deseo, del matrimonio, de los amantes;  al hablarnos así , como habla, en su novela, destruye lo que muchos sabemos destruido- pero no nos gusta saberlo- desde hace tiempo: que el amor es poca cosa, que dura poco y que casi siempre está condicionado por cuestiones tan prosaicas como las hormonas, el paso de los días, o los intereses. Y que acaba convirtiéndose en "el envoltorio, la palidez cotidiana, el entorno" .
Me siento tan imbuida por el espíritu de esta novela magnífica que no he sido capaz de no compartirlo con vosotros. Con mi lenguaje de periodista de barrio que nunca llegará a ser Javier Marías, pero que comparte, siente, aprende, se compadece, ríe y disfruta leyendo "Así empieza lo malo".

Gracias, Marías, otra vez.

jueves, 23 de octubre de 2014

Telemadrid y "el amo mobile"

 
Qué bonito lo que va a hacer la autoridad competente con Teresa Romero. Después de criminalizarla y hacerla pasar como la mujer que puso en peligro a ¡España! con su contagio por el virus ébola, ahora la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento de Alcorcón proponen medidas de reconocimiento a su heroicidad, al prestarse voluntaria para ayudar en el tratamiento de los dos misioneros que acabaron falleciendo en el Hospital Carlos III.


Sin palabras, me quedo, ante tanta generosidad social. O sea, no digo nada. Que lo diga Teresa cuando salga del hospital.
Pero, como periodista,  hay algo que me importa, que me pregunto, que me ronronea por dentro.
Aquél periodista (?) de Telemadrid que puso todo su empeño en encargar una postproducción (vamos, un grafismo que se ve en un panel en sus pantallas) para enumerar, así, 1, 2, 3, y hasta 4,  los desmanes cometidos por la irresponsable auxiliar Teresa, que se contagió de ébola....¿se van a desdecir con otra postproducción enumerando los grandes hitos de la auxiliar de Alcorcón? ¿Van a decir, así, sin tón ni són, en sus aberrantes Telenoticias, que Teresa, hoy, es una heroína, cuando ayer era una irresponsable y poco eficiente y hasta villana por contagiarse de ébola? Vean el vídeo.
 

Pobre periodista (?) "¿Os vais a poner de acuerdo de una vez en los mensajes que hay que lanzar?" pensará- a lo mejor hasta penará- el pobre presentador de éxito.
Es lo que tiene ser la voz de su amo. Que te dejan tirado cada dos por tres. El amo va cambiando de opinión según cambia el aire.
Emulando a Verdi, "el amo e mobile".

miércoles, 22 de octubre de 2014

Una imagen vale más que mil....

...Vale más que mil palabras.
Es la diferencia entre estar encaramado a una valla buscándose la vida o estar jugando al golf en éste benéfico otoño, a 22 de octubre, con un clima excelente, una primavera inesperada.

Es una foto demagógica.

Es la diferencia entre curarse del virus ébola en España o morir como un perro en Liberia. También es demagogia.

Es la diferencia entre tener una tarjeta opaca  de Bankia o ser un jubilado preferentista. Demagogia pura.


En este país nos pierde la demagogia.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Con "E" de ERE y de Eterno

Advertencia: no intenten buscar en textos legales absolutamente nada si no son expertos en la materia. Y menos ahora, en estos tiempos de crisis (o post-crisis, según algunos), cuando el río de normas que salen cada viernes del Consejo de Ministros (cuando no decretos de inmediata aplicación), vuelven locos a los letrados, fiscales, jueces, gestores y hasta diputados de las Comisiones de Justicia del Congreso y el Senado. Viernes, ese duro día para los operadores de la justicia. He trabajado en información de tribunales durante años y soy incapaz de moverme ahora en la certeza. Todo puede cambiar un viernes cualquiera.
He tecleado en Google (ese salvador, cuando somos legos en casi todo) sobre una cuestión que afecta a las vidas de tanta gente: "Del principio de celeridad que caracteriza al proceso del despido colectivo".
Las sentencias del Tribunal Supremo crean jurisprudencia y no pueden ser enmendadas, salvo cuando afectan a derechos fundamentales, eso me enseñaron a mí en la facultad. No sabía entonces de sentencias declarativas o ejecutivas del Supremo. Al parecer, ahora, los cambios introducidos con la Reforma Laboral y sus afluentes legislativos en tribunales de justicia, hace que una sentencia del Tribunal Supremo no sea ejecutiva, sino declarativa. Y el calvario dice, más o menos, esto:
 
(....) la sentencia carece de fuerza ejecutiva directa, lo que no significa que no haya de acatarse por los litigantes, sino que el interés del sujeto colectivo accionante se considera satisfecho, por mandato legal, con la mera declaración de ajuste o desajuste a derecho de la decisión extintiva. Se trata pues, de una sentencia dotada de una naturaleza meramente declarativa que concuerda con el objeto a enjuiciar en este proceso (....)
(....)de no cumplir el empresario voluntariamente el fallo, o hacerlo en forma inadecuada, los trabajadores afectados por el despido colectivo tendrán que plantear necesariamente la pretensión de condena ante los Juzgados de lo Social, de no haberlo hecho ya, a través del procedimiento de despido, que será el cauce adecuado para individualizar las consecuencias, perfectamente divisibles, del pronunciamiento recaído en el pleito colectivo, cuya eficacia trasciende al individual por mor de lo dispuesto en LRJS art.124.13.b.2ª.
 
 Es un cambio legislativo del año 2013.
¿Y del principio de celeridad que caracteriza (o debe caracterizar) el proceso de despido colectivo? Ese principio de celeridad de las sentencias es un principio, un derecho inalienable para "todas" las sentencias. La justicia debe ser rápida, veloz. Si no, no lo es. Está en todos los ordenamientos jurídicos del mundo civilizado. Aquí también.
Hablemos de "nuestro libro"(o del "libro" de los casi 180.000 trabajadores afectados por ERES en España en 2013, según datos de las propias autoridades laborales). El ERE de Telemadrid fue declarado improcedente por el TSJM en abril de 2013,  cuatro meses después del aciago 12 de enero, cuando cientos de carteros fueron movilizados para entregar más de 860 burofax a trabajadores de la tele pública de Madrid.
Casi catorce meses después, en junio de 2014, el Tribunal Supremo dictó sentencia "declarativa", no ejecutiva, conforme a ese  cambio legislativo que solo beneficia a las empresas, no a los trabajadores afectados por ERES. Dijo el Supremo que el ERE no era ajustado a derecho. Y los trabajadores despedidos de Telemadrid activaron las demandas individuales.
Hoy,  un compañero me ha dicho su fecha de juicio: 20 de octubre de 2015. Para esa fecha, llevará 11 meses sin cobrar la prestación por desempleo, porque ya la habrá agotado. Estoy diciendo que desde el 12 de enero de 2013 en que se produjo su despido, hasta octubre de 2015, habrán pasado dos años y nueve meses sin que se le haya hecho justicia.
 
Ese es el principio de celeridad de la justicia en este país.
Y nada más. Una fecha, cuatro leyes, dos sentencias. Y vidas laborales que se van al garete.
O vidas enteras.

jueves, 7 de agosto de 2014

El valor del "trabajo" y los "gorrones sociales"

 

Dice la RAE, "trabajo": Acción y efecto de trabajar. Ocupación retribuida.

Es posible que solo ante esta crisis que nos corroe nos hayamos dado cuenta del valor que le damos al trabajo: a nuestro trabajo, al de los demás; al de los representantes públicos, al de los empresarios, al de los ejecutivos, al de los amigos y compañeros, al de los famosos (sean éstos quienes sean).

Hay un debate abierto sobre los salarios planteado desde una falacia: el salario público es malo por naturaleza. El privado, como es un salario pactado entre trabajador y empresario, es un salario no cuestionable.
 
El salario de los políticos, en tiempos en que la política y trabajar en ella están absolutamente cuestionados, se pone en solfa. También el de los trabajadores de la función pública.  Llevamos un lustro (¿solo uno?) escuchando que lo público es malo y lo privado bueno, así que es normal que los ciudadanos al final acabemos pensando que lo que gana el diputado, el concejal o el hombre que nos atiende en la ventanilla de las multas del ayuntamiento "no se merece lo que gana". Tenemos razón en exigir. Es nuestro dinero.
 
Sin embargo poca gente habla del salario de los directivos, cargos ejecutivos, cargos medio ejecutivos y carguillos de las empresas privadas.  Esas empresas privadas, llamémosles bancos, constructoras, consultoras, auditoras, medios de comunicación...En ellas se producen los mayores abusos.
Consulten ustedes con algún CEO- si es que conocen a alguno de estos casi intocables-, esos Presidentes de Consejo de Administración, o Directores Financieros, o Ejecutivos de Ventas, o Directores de Marketing de grandes o medianas empresas. Sería imposible relatar cuántos cargos y semicargos tienen las empresas para seguir pagando a personas de cualquier tipo- aptos o ineptos-para que se lo sigan llevando crudo. Claro, también los políticos cuando se pasan al sector privado (esa infame "puerta giratoria") pasan a engrosar la lista de "gorrones sociales" que expolian la riqueza del país.

Los suizos, esos tipos dados a votarlo todo en referéndum, decidieron hace muy poco poner límite al salario de los directivos, pretendiendo que el mejor salario de una empresa no superase en más de 12 veces (¡12 veces!) al que recibe el empleado con menor sueldo de la empresa. http://www.ieco.clarin.com/economia/Suiza-referendum-limitar-salarios-directivos_0_1024097966.html
 
Es decir, que si un teleoperador (la profesión de servicios con diferencia con mayor rotación y peor pagada del mercado) gana 600 € mensuales, por ejemplo, el Dr. General de su empresa no puede ganar más de 7.200€. Esto es lo que votaron y aprobaron los suizos.
 
Impresionante ¿verdad? Me pregunto qué trabajo es tan ridículamente importante como para que un tipo se vaya a su casa ganando 7.200€ y otro 600€. Piénselo, mire las cifras, y pregúntese qué tipo de trabajo realiza cada uno de los perceptores del salario, por ejemplo, en un banco suizo. Los suizos aprobaron eso porque hasta entonces, lo que se llevaban los directivos con respecto al último empleado de su empresa estaba por encima de 73 veces su salario.

43.800€ frente a 600. El CEO y el "último de la fila" de la sucursal.

Reconozcamos que hay gente muy lista, muy inteligente, muy preparada, que sabe mucho de lo suyo, que habla cinco idiomas, que tiene don de gentes, que tiene mano izquierda y cintura derecha, que sabe hacer las cosas muy bien....Y démosle 12 veces (¡12 veces!) el salario del tipo que está abajo, en lo más bajo, en el fondo de la estructura de su organización. Y díganme, por favor, si todos los CEOS, Presidentes de Consejo de Administración, Directores Generales, etc., en este país...se lo merecen. No planteo de ningún modo la igualdad salarial. No, no soy una peligrosa comunista. Estoy diciendo que si algunos países- muchos en Europa, y también Estados Unidos- se han planteado reflexionar y legislar sobre el estratosférico salario de muchos directivos en el mundo occidental...algo debe estar chirriando mucho en los famosos "mercados".

No vale el argumento de: "ellos hacen ganar mucho dinero a la empresa". ¿Son esos ejecutivos de los 43.000 € los "Cristiano Ronaldo" de su empresa? ¿Es ese director financiero tan listo y preparado el que se merece los 43.000€ mensuales? ¿Es el tipo que se supone que ha "arriesgado su dinero para crear puestos de trabajo" el que se lo merece? ¿Deben, pueden las empresas pagar a sus directivos lo que les venga en gana, mientras malpagan a sus empleados, a los "últimos de la fila"? ¿Nada aportan de "valor" esos últimos de la organización? ¿Tan poco como para ganar 73 veces menos que el tipo de la sexta planta?

¿De qué estamos hablando? Hablamos del "valor" del trabajo. Valoremos en su justa medida si el director financiero se gana lo que le pagan, y si el último empleado merece lo que recibe. Y de quién está ofreciendo a la empresa "valor", el muy jaleado "valor añadido". Habrá ejecutivos que lo hagan, y lo merezcan, y otros que no. Habrá empleados que merezcan su salario y otros que no. Pero esas diferencias abismales solo crean un tremendo abismo social. Ningún trabajo, ninguna "ocupación" merece remuneraciones desorbitadas, sobre todo, remuneraciones que disten tanto de la de empleado de base. Ambos, el directivo y el empleado, son necesarios.

Conozco a un directivo de una empresa importantísima en este país (no, no diré el nombre), al que se lo han quitado de encima, después de muchos años llevando los palos de golf a su CEO, con una indemnización de 300.000 € y un salario vitalicio de 2000 € al mes. Seguro que hay maravillosos ejecutivos que saben un montón de finanzas y recursos humanos y marketing y outsourcing... y todo lo demás, a los que les gustaría ocupar el puesto de este hombre, pagado como un  ejecutivo, pero realmente con labores de chófer y chico de los recados. No son todos así, claro, pero me gustraía saber cuántos hay que sepan de verdad de lo suyo.

Teniendo en cuenta que la mayoría de las empresas del IBEX 35 se financian, en parte, a base de dinero público conforme a todo tipo de ayudas que el estado les presta (o regala), digo yo que algo tendríamos que decir, los españoles, como los suizos, sobre la remuneración del "trabajo" de toda esa gente que, al final, manda sobre la economía de este país. Esos creadores de riqueza.





 
 
 
 
 
 
 

 

 


jueves, 10 de abril de 2014

En defensa de las redes sociales

Me encanta que haya "amigos" del FB que siempre han presumido de tolerancia que me hayan "expulsado" de su FB. Lo digo de verdad, me ahorra la pereza de echarlos yo del mío.  Si no les eché, a pesar de haber leído verdaderas burradas, es por un idiota ejercicio de tolerancia. 
 
Cuando los adultos nos apuntamos a las redes sociales, hace unos años, primero hubo un boom de reencuentros, esos a los que no veías, ni hablabas, ni recordabas. Vete a saber en qué se convirtieron en ese tiempo de separación. Luego, experimenté un segundo boom de reencuentros: gente a la que ya conocías pero que se demostraron ser mejores personas, o, al menos, así parecían en las redes, una especie de re-descubrimiento amistoso. Y luego, esos que, aunque los conocías, se demuestran en una noche aciaga con una reflexión absolutamente intolerable para tus principios, o tus ideas, o tus gustos, o simplemente, tus apetencias.
 
Es una cosa rara lo de las redes: encuentras a gente de hace años, se canta "Asturias patria querida" en un akelarre amistoso de exaltación de la amistad, y,  luego,  alguno va y desaparece. Hay otros a los que les dices algo jodido en Twitter y te quitan del FB. Mola. Dicen que las redes sociales impiden a la gente relacionarse de verdad. Seguramente es así para los chavales, para mi hija de doce años. Para los grandes adultos como yo (digo "grandes" por lo mayor que soy), las redes son fantásticas: ves la gilipollez en su grado más puro.
 
Me he hecho más amiga de algunos amigos a través de FB o Twitter, y, he acabado por pasar (y ellos de mí) de otros que sobraban en mi vida. Es una pena que no haya más estudios sobre el efecto de las redes en adultos. Siempre se hacen estudios sobre los adolescentes, cuando para ellos es simplemente un medio, una herramienta. Como para nosotros lo era colgarnos del teléfono (fijo, of course) durante extralargos minutos con nuestro novio o amiga del alma. Con tu padre detrás exigiendo: "¡Cuelga ya!". No había tarifa plana cuando yo hablaba con mis novios o mis amiguetes por el teléfono fijo de la casa de mis padres.
 
A mi las redes sociales me han conectado en reflexiones compartidas, sentimientos, gustos y apetencias con maravillosas personas con las que solo cruzaba un "buenos días".
 
También han hecho que personas con las que cruzaba un "buenos días" y algo más,  hayan salido de mi vida definitivamente. Así es.
 
Pues mejor ¿no?
 
 

domingo, 6 de abril de 2014

Periodismo y literatura. No son primos. Son cuñados

Al hilo de mi anterior entrada "Hoy hablo de mi libro..." muchos amigos y familiares me han preguntado "¿estás escribiendo un libro?" . Muchos de ellos, además, me han animado a hacerlo.
"¿Sobre qué? ¿Sobre periodismo?" he preguntado yo, con cierta sorna.
 
No. No estoy escribiendo un libro, y no se si nunca lo escribiré, por aquello de "no digas nunca de este agua no beberé". No es un deseo no cumplido ni un imposible que se me resista. Nunca me lo he planteado, aunque lleve escribiendo toda mi vida, mucho antes incluso de ser o militar en este oficio, el de periodista.
Los que me animan han echado mano de ese lugar común, pero cierto: "Pero si ahora escribe hasta el tato...".
 
Sí, es cierto, ahora todo el mundo que ha cogido un bolígrafo alguna vez para algo más que para hacer quinielas,-y aún más desde que se escribe en "computadoras" (así llaman a los "ordenadores en muchos países e idiomas)- se ha sentido tentado y muchos lo han hecho: escribir un libro, publicar un volumen, ver tus escritos impresos y encuadernados en una edición de papel. Es una paradoja, porque en el mundo digital, ahí si que no se corre el riesgo de que las editoriales  te destrocen con un "no vales"; simplemente cuentas, escribes y le das al click de "publicar".
 
No comparto ese egocentrismo que muchos sienten por ver sus veleidades, sus locuras, sus sentimientos, sus imaginaciones, sus experiencias, sus reflexiones o sus fantasías en un mazo de hojas  impresas. Va a ser que lo digital no quita las ganas de la publicación en papel, pese a los agoreros. O quizás, que en el mundo digital tus escritos caen en un mar proceloso, donde destacar o ser leído es una lotería a la que muchos no quieren jugar.
 
Una lotería no menor que la de publicar en papel, reflexiono ahora. En realidad, todo depende de una buena promoción y de tener muchos seguidores (o "followers"). Si tu nombre es un nombre socialmente sonoro y conocido, y además hay una buena promoción, serás leído en Internet o en el mazo de papel impreso. Aunque siempre tendrá mucho más prestigio lo segundo, y además te invitarán al programa de Ana Rosa.

Por eso, lo primero que hay que hacer para publicar con éxito es darse a conocer. El "ser" mediático. Poco o nada importa que lo que se publique sea tan anodino como el anuncio de las farmacias de guardia en un diario de provincias.
 
He conocido a algunos periodistas que pretenden, a través de sus libros publicados (sean o no vendidos o leídos), reivindicarse a sí mismos como periodistas "serios". Una vez fui testigo de una conversación engorrosa para sus dos conversadores:
 
- Pero si tú eres un periodista del corazón...-
-¡Pero cómo puedes decirme eso, a mí, que he escrito ya cuatro libros...!
 
Dos frases que truncaron una amistad de años.
 
Más parece últimamente que los periodistas que publican libros (sobre ficción histórica, tan de moda, y si es medieval ni te cuento; o sobre ficción a secas, ligada casi siempre al mundo siempre imaginado como aventurero, pero, en realidad, tan de "oficio" como cualquier otro oficio, del periodismo), son precisamente los que menos garantía me ofrecen sobre su calidad periodística. Es una reflexión personal. Publicar por publicar, publicar para ser más famoso no le ha metido a nadie en los libros de texto de Literatura Universal.
 
Teniendo en cuenta que con los periodistas-escritores con los que he conversado me dicen que la recompensa dineraria por publicar no es para retirarse ni siquiera para vivir, solo puede ser un afán de reconocimiento social lo que les llevó algún día a ponerse delante del papel en blanco. (O a ponerse un día en manos de un "negro" que desde su casa escribe para él, duro trabajo el de negro...¿o no?)
 
Sí me gustan, y mucho,  los periodistas que reflexionan y escriben sobre el oficio con honestidad, sin pretensiones de pasar a la historia de la Literatura Universal y sí con afán de enseñar a los venideros, o denunciar aspectos espurios de la profesión, que son tantos. Y sí me gustan los "libros-crónica": me gustan los periodistas que publican "reportajes periodísticos". Esa es la verdadera literatura del periodista. La pretensión de veracidad y de compartir una realidad.
 
Porque quizás, sí,  es cierto, según muchos autores, que la "crónica periodística" tiene muchos puntos en los que roza claramente con el texto literario.
 

De periodistas-escritores está la historia llena y ojalá salgan muchos más. Gabriel García Márquez ("Noticia de un secuestro", es, para mí, el escrito más sublime publicado por un periodista-escritor), Mario Vargas Llosa, Javier Cercas, Truman Capote, Octavio Paz, Raymond Carver, Tom Wolfe, Ryszard Kapuscinski, me dejo muchos, claro, Larra, Emilia Pardo Bazán, Azorín, el propio Galdós...
 
Díganme a quién se parecen de todos los nombrados las publicaciones a las que asistimos en la actualidad de "periodistas" que quieren rodear su curriculum de un halo de "Cultura", con mayúsculas.
 
Todo el mundo tiene derecho a intentarlo, claro.
Pero tomaduras de pelo, las mínimas, que está muy mal todo, y para todos.  
 
 
 
 
 
 
 
 

martes, 1 de abril de 2014

Hoy hablo de mi libro. Cap. I


Hoy vengo a hablar de mi libro. Capítulo I. Deportes.
 
Ingresé en Telemadrid en 1991. Tenía 28 años.
 
A diferencia de algunos de los que entraron en la tele, yo ya venía enseñada. Había hecho el Máster de la SER (el Gabinete, le llamaban) , prácticas en provincias ( SER Vélez Málaga, SER Málaga) y, al final, un deseado trabajo en la Casa Madre, en Gran Vía, 32. En Radio Madrid.
 
 Yo ya sabía "algo" de periodismo.  Tuve maestros espectaculares: Carmelo Encinas y Joaquín Durán, por encima de todos los demás, que fueron muchos. Carmelo me enseñó el sentido común del periodismo. Será noticia lo que le importe a la gente, y la gente eres tú.
 
Pero antes estuve en Deportes.  Escuela donde se aprende lo peor y lo mejor.

Joaquín me enseñó el periodismo deportivo. Me lanzó a una redacción de deportes como el que tira a un pequeño bebé a una piscina. Aprendí a nadar. Estuve algunos años trabajando en ello, con varios directores de información deportiva, el propio Durán, José Joaquín Brotons, Julio César Iglesias, Antonio Martín Valbuena. Una chica en una redacción de deportes en aquellos años solo tenía dos opciones: convertirse en un machote que ríe y hace gracias de machotes....o hacerse la "chica".
     Yo hice las dos cosas.
Recuerdo noches fantásticas vividas en Gran Vía, 32. Mundial de México 1986 futbolistas usando la línea microfónica de la radio  (no la RDSI, es verdad, eso no existía) para habar con sus familias. Hablar por la SER era gratis.  Javier Lalaguna (Lala) y yo, marcando los números de la mamá de Butragueño, de la novia de Míchel o del papá de Tomás. Ellos en México, nosotros en la radio, en Madrid. Eran todos de mi edad. Y nosotros, Lala y yo, enterándonos de todos los tejemanejes, entresijos y cotilleos de los seleccionados. Nos enteramos del gel que usaba Butragueño (Sanex) y de lo que iba a hacer Míchel con su novia al acabar el mundial. En un hotel. En la playa. En la arena. En la cama. Tórrido.
Lala y yo nos llevaremos el secreto a la tumba de cosas que oímos de la propia voz de aquél... ¡Gerardo González, el segundo de Pablo Porta!....¡tiempos! Nos lo llevaremos a la tumba, claro, porque ya lo hemos olvidado. Y lo que entonces sería importantísima noticia,  hoy no sabríamos ni de qué hablábamos...
 
Nunca he contado esto. Futbolistas, entrenadores, directivos que ganaban entonces el triple de lo que cobraba el periodista que más cobraba en la Cadena SER ...llamaban por teléfono a sus familiares a través de la microfónica de la SER, para no gastar dinero en conferencias telefónicas. Impresionante. Y, en Madrid, dos becarietes, Lala y esta servidora, haciendo horas extras (no pagadas), quedándose hasta horas intempestivas (había que salvar el cambio horario)  para marcar los números que ellos nos decían que había que marcar... Vaya tela. Eran los comienzos. Lo que hubo que tragar.
 
 Recuerdo entradas en directo con Valdano, por ejemplo, en el aeropuerto de Barajas, volviendo de un partido europeo. Y cómo José Ramón de la Morena se reía de mí pensando en lo pequeña que soy yo y lo alto que es Valdano...El "paleto" (José Ramón) me llamaba la "princesa rojiblanca". No hay pudor en el periodismo deportivo. Sacan tus avenencias sin que les des permiso. Aun así, ahora son peores, están más vendidos que nunca al forofismo y a los clubes.
 
Recuerdo entrevistas a Molowny en un hotel del Escorial. Qué joven, qué insegura, qué miedo tenía a cagarla. Y, vaya por dios, no la cagué nunca. Fueron unos años matadores en los que aprendí una cosa muy importante: si te piden algo y no lo llevas...lo llevas crudo. No creas que eso se ha repetido muchas más veces. El nivel de exigencia de los mandos periodísticos ha bajado mucho...Yo llevé todo lo que me pidieron. Solo recuerdo como un trauma brutal un partido de baloncesto en Alcalá de Henares. "Minuto y resultado";  no era lo mío el basket.  No entendía, no me gustaba, no comprendía el baloncesto. Lo mío era el fútbol.
 
También recuerdo alguna rueda de prensa con Luis (el "sabio de Hortaleza"). Recuerdo el miedo que le teníamos, todos, pero sobre todo, las pocas chicas que andábamos en el periodismo deportivo. Una jovencita empezando en el periodismo frente al gran Luis. La hizo llorar. No era yo, pero casi lloré con ella. Luis, mamonazo, te lo recuerdo.
 
No le deseo a nadie empezar su carrera en el periodismo deportivo. Y, aún así, como he dicho, el periodismo deportivo que yo viví era menos forofo que el de ahora. Menos gritón y más sabio y riguroso.
 
Me ha quedado del periodismo deportivo una tendencia a ser pendenciera con los jefes de prensa. A no guardar modales cuando nos toman el pelo; usted y yo estamos aquí para algo: si esto no sale, va a ser que es culpa de alguno de los dos. Si es suya la culpa, aténgase a las consecuencias.
No suele fallar. Aunque hay  jefes de prensa, como todo periodista aprende a lo largo de sus años, que son más poderosos que las propias entidades a las que representan.

 

 

 

miércoles, 12 de marzo de 2014

Perra semana: Mi 11 de marzo

Escrito en la semana del 15 de marzo de 2004, con cuarenta años y mucho desconocimiento de lo que se nos venía encima. Siempre he creído que para este país el 11-M fue un antes y un después. No solo por lo que significaron los atentados y las víctimas, sino por lo que supuso para la convivencia de los  ciudadanos.  La derrota electoral no asumida y la teoría conspiranoica después, comenzaron a minar la vida de la gente, hasta unos límites insospechados. Hicieron mucho daño, y no han pedido perdón. El periodismo fue una de las víctimas.

Perra Semana (8 al 14 de marzo de 2004)

   Perra semana, la segunda de marzo. Me propongo hacer un reportaje sobre la muerte de Ricardo Ortega en Haití. O, más que de su muerte, que su muerte me sirva de “percha” (“percha”: horrible palabra que usamos los periodistas para justificar nuestros trabajos...o desmanes). Percha para hablar de la profesión: de la precariedad laboral de los reporteros, de la falta de medios, de la obligatoriedad de "rogar" para estar en un lugar donde hay noticia, de la reducción de los presupuestos para Informativos de las empresas de comunicación (sobre todo en las televisiones), de la tremenda casualidad que supone que los últimos reporteros muertos en conflictos tuviesen una relación laboral precaria con su empresa (Couso,  Anguita, Ortega).

 Mis jefes creen que voy a hacer un reportaje “humano” sobre la vida y milagros de los reporteros de guerra. Bueno, que lo sigan creyendo. El contacto para tratar conmigo el contenido del programa se reduce a una reunión el lunes. El resto de la semana, nadie se preocupa de lo que pasa o del avatar de cada reportaje propuesto, o de las derivaciones de cada tema tratado. Que pueden cambiar de orientación, o de sesgo, o de protagonistas...como cambia la vida. El programa que dirijo con sueldo de redactora sale el sábado a las 12:30 AM (¡¡¡AM!!!), dura media hora y es uno de esos programas que los listos de Económico-Financiero llaman de “presupuesto cero”. Esto es: no cobro por dirigir, ni por producir, ni por realizar. Sólo por hacer de redactora.  Pero lo hago todo. Solo hay una redactora más en el “equipo”.  No hay presupuestadas cámaras, ni realizadores, ni ayudantes de producción, ni siquiera iluminación para la presentadora...todo es de prestado. Vamos, “Informe Semanal”.
Supongo que se contentan con cubrir media hora de televisión a un precio irrisorio. Y se tiran el pisto vendiendo que tienen media hora más de información. Da igual, me digo:  al menos existe el programa. Con un poco de ganas podemos hacer algo de periodismo.
 
Me pongo en marcha con el reportaje. Es la semana de las honras fúnebres a Ricardo y supongo que hay muchos compañeros calientes. No me propongo demostrar ninguna tesis, no quiero decir que Antena 3 es la culpable de su muerte, porque eso no es verdad. Quiero aprovechar el "runrún" que corre por las redacciones (no por la mía) y por las asociaciones de periodistas ante la muerte de un compañero, que muere después de un suplicio laboral en el que se le ha relegado. Solo por informar, por ser crítico. Ahora los jerifaltes de la información dicen que ser crítico es opinar. Y que los periodistas no opinan.
 Me voy a Reporteros Sin Fronteras. Me cuentan que hace dos años enviaron una Carta a todas las empresas de comunicación españolas para adquirir un compromiso entre reporteros, empresas y poderes públicos para tratar de minimizar los riesgos de éstos informadores. Una Carta de ocho puntos. Reporteros Sin Fronteras dice que están defraudados: solo ha firmado la Carta “El periódico de Cataluña”.
Cuando acabamos la entrevista, Rafa Jiménez Claudín, de RSF, me pregunta que si no me he fijado en el extraño fenómeno que se vive desde hace unos años: “el silencio de las ruedas de prensa”. Que ya nadie pregunta en las ruedas de prensa, que preguntar es malo, que el que pregunta es sospechoso. Claro, claro que lo sé. Me dice que lo peor de todo es la poca formación de los nuevos. Los jóvenes periodistas. Le digo que yo tengo cuarenta años y que tengo jefes de veintiocho que solo se fían del teletipo. No de sus redactores, de lo que les cuentan, de lo que han vivido: se fían del teletipo. Y que son capaces de “tirar” una información por exceso de “personalización”. La quieren plana. Como un teletipo.
 Salgo de RSF con una sensación de depresión y a la vez, de alivio: algunos lo notan, como yo.
 Me voy a la Cadena Ser a entrevistar a Olga Rodríguez. Hemos pactado que le voy a dar tratamiento de “novata” como reportera de guerra en el reportaje. Y ella acepta, qué soplo de aire fresco. No se cuántos años tiene, pero parece muy joven, y eso da alas a mi optimismo. Acepta ser una novata, pero sabe mucho, sabe de la profesión, sabe aplacar su ego. No es como los que veo en mi empresa, de su edad. En la charla off the record comentamos “el silencio de las ruedas de prensa” y ella asiente: es verdad, sucede, nadie pregunta. Ella cree que es éste gobierno, y es verdad, pero no puede ser solo eso. Las empresas de comunicación “afines” tienen más culpa que el gobierno de turno. Han llegado a un "pacto social" con sus periodistas por el cual “si callas, pillas”. Y centenares de jóvenes periodistas están “pillando”. Casi sin formación. Calladitos, copiando teletipos, no cuestionando ninguna orden, ninguna directriz, están copando los puestos de responsabilidad.
 Me voy al tanatorio, al velatorio de Ricardo. Allí he quedado con Gervasio Sánchez, de “El Heraldo de Aragón”, free para EL PAIS,  hace crónicas para la SER también. Me da un alegrón cuando me dice que le rotule como fotógrafo de “El Heraldo...”. Un alegrón porque durante esta mañana de entrevistas empiezo a tener la sensación de que el reportaje no va a ser grato en mi empresa. Y firmar a dos periodistas que trabajan para PRISA puede ser aún peor. Es igual, no les va a gustar de ninguna manera, aunque rotule a Gervasio como sea. Me da un total espeluznante en el que dice algo así: “Lo grave no es la seguridad de los reporteros de guerra, lo grave es que las empresas de comunicación solo quieren vender...vender tele basura, vender publicidad, vender discos, vender enciclopedias...y reducen cada vez más los presupuestos para información.” Me dice Gervasio que han visto a Buruaga en el velatorio  y que a muchos colegas les ha dado asco.
Salgo del tanatorio más depre que llegué. Menuda mañana.
 Al día siguiente me pongo a escribir y empieza la tortura. El papel se me hace enorme cuando se me aparece el monstruo de la autocensura. Esto es televisión y las imágenes lo dicen todo: una concentración de trabajadores en Antena 3 destila más crispación que luto. Hablan los sindicalistas y decido no meter ningún total de ellos, pero sí que se les vea increpando a los directivos de la casa. Es la realidad, está pasando, lo estás viendo, como dicen las autopromos de la tele de la competencia. Se que esos planos se han desechado en los diarios de mi tele y en otras, pero yo soy un “no diario”, joder, estoy, se supone, autorizada a la reflexión...
¿O no?
 Decido, mientras escribo, que no voy a meter “ése total de Gervasio” porque mezcla las churras con las merinas...qué coño tienen que ver los reporteros de guerra con vender enciclopedias o con la tele basura.
 ¿O sí?
 Cuando subo a edición (adoro la televisión, adoro editar, adoro comprobar cómo se cuentan las cosas con pocas palabras, adoro mi profesión)...cuando subo a edición el total me lo pide el cuerpo, me lo pide el montaje, me lo pide la narración. Y lo meto. Y me quedo en mi paz.
 He montado el reportaje y me he quedado contenta. La operadora de vídeo también está contenta, le gusta lo que hemos hecho juntas. La tele es un curro de equipo y hoy hemos funcionado bien. 
 El reportaje lo tengo acabado pero al día siguiente un montón de bombas revientan la vida de 200 familias. Es el 11-M. Nos ponemos las pilas (la redactora y yo, la otra redactora-directora-productora-realizadora) para cambiar de arriba abajo el programa. Pero no tenemos cámaras para hacer nuestras historias propias, ni más redactores; no les importa que salgamos con cuatro cosillas hechas con material de los informativos. No importa, me digo, seamos modestos, esto es lo que hay, da gracias por existir. (Y mientras, lloro; lloro por los muertos de Téllez, y del Pozo, y de Santa Eugenia, y por Ricardo Ortega, y por lo que me dijo Gervasio, y por el silencio de las ruedas de prensa...lloro por dentro, soy incapaz de soltar una lágrima, me atenaza el horror que veo, y no paro de currar) Montamos un par de cosillas con material de los diarios, y queda todo muy pobre, y no quiero alargar la cosa pobre a media hora, y decido meter en escaleta, también, el reportaje sobre los reporteros de guerra y alguna cosilla  más de relleno, dios, pienso, qué bazofia.... Mala decisión, probablemente. Pero no he podido hacer más. Mi equipo (Eva) y yo, no pudimos hacer más.
 Me siento aperreada. Me voy a casa, el viernes, llorando por las víctimas y por mi profesión, por la mierda de programa que he montado. 
Había asistido a un par de reuniones de contenidos tras el atentado y estaba escuchando cosas alucinantes, frases increíbles...”hay que fiarse del Ministro del Interior” “nuestra tesis debe ser y seguir siendo la del Ministro Acebes”. (Por qué, pensaba yo, somos periodistas, nos pagan para no fiarnos, de nadie, ni siquiera o menos aún, del Ministro del Interior, nos pagan por contrastar la información, nos pagan para saber, para averiguar, para no fiarnos de nadie....)
La tele, mi tele, toda la mañana bombardeando a los espectadores con la palabra ETA, y por la tarde, y a la mañana siguiente (pero... ¿estos no han visto de noche la CNN, como yo? ¿No han visto a la presentadora devanándose los sesos y preguntándose “qué indicios tiene el gobierno español para seguir manteniendo la tesis de ETA”? ).
 Y nadie decía nada. Todos calladitos, a ver si nos van a joder. Y nadie preguntándose por la utilización de los tiempos y de la información por parte de este gobierno, y nadie preguntándose por qué el hecho más luctuoso en nuestro país desde la guerra civil no obligaba  al gobierno a sentarse con todos.
Nada. Sin debate.
Paso el fin de semana zapeando de una tele a otra, con las radios, viendo teles internacionales.  Me enervo, me pongo mala al ver lo que está pasando. Mi tele desgrana las ruedas de Acebes sin rechistar, y, todavía, el sábado por la mañana, en plena jornada de reflexión, meten una pieza que relaciona el terror de Al Qaeda con ETA. Me parecería patético si no fuese repugnante. Lo del sábado por la noche me llena de esperanza...demuestra que la gente no quiere dejarse tomar por imbécil. Lo del domingo me llena de alegría. Por fin. Que se vayan, por favor, que se vayan con viento fresco.
 Pero no se puede celebrar. Los muertos, los 200 muertos están ahí, y en mi tele, el lunes, aún se baraja la posibilidad de montar un Madrid Siete Días sobre las “conexiones de ETA y Al Qaeda”. El lunes, con unas elecciones perdidas por la soberbia del gobierno y con la opinión pública en contra de cualquier nuevo intento de manipular su opinión con tretas baratas de periodismo vendido.
 Me llama una subdirectora de informativos, que luego se marchó, y me dice; "te aviso, Isabel, éstos van a  por todas, quieren que hagas un repor con las conexiones de Eta y Al Qaeda...". No la dejo terminar. Le digo a mi subdirectora que no cuente conmigo, que no haré ese programa, que no firmaré ningún programa que lleve ese reportaje incluido, que hagan conmigo lo que quieran, que me quiten, seguramente harán lo posible o lo imposible para que dimita. Me da igual, no quiero ninguna relación profesional con gente así. Y le grito, a esa pobre mujer, llorando, llorando por los muertos, es la primera vez, el lunes 15, que me oigo y me veo y me siento llorar....exploto. Prefiero estar cuatro años montando colas. Mejor una vez colorado que ciento amarillo, le grito a esa mujer que luego se marchó, insoportablemente incapacitada, como tantos, para hacer periodismo en esa casa que prometía un futuro horrible a sus periodistas...
El director de Informativos recula, le convencen entre algunos sensatos de que no se meta en ese jardín. Y yo me libro de hacer ese reportaje.
La sensación, a lunes 15, es que TeleMadrid no va a elegir la vía de la cohabitación pacífica con la Moncloa de Zapatero. Que no va a elegir la vía de informar con honestidad. Va a elegir la confrontación y la manipulación. Va a elegir la “vía Urdaci”.
 El martes 16 sale en los periódicos el comunicado de los sindicatos de TeleMadrid denunciando la manipulación, pero en la redacción reina cierta tensión: no todos están de acuerdo en organizar alguna protesta formal, hay mucha gente “pillada”, mucho jovenzuelo en puestos de responsabilidad, de los que copian teletipos.
 De mi reportaje de los periodistas de guerra, nadie ha dicho nada. En la vorágine, a nadie le pareció “peligroso” que hablase sin tapujos de lo mal que está la profesión de periodista: es peligrosa en Haití... pero mi sensación es que también es un puto peligro trabajar en Madrid.
De momento sigo ahí. Hasta cuándo, no lo sé. Adoro mi profesión, pero creo que me obligarán a odiarla. Creo que tengo los días contados.

 

miércoles, 19 de febrero de 2014

"Apariencias de Casino"

"Apariencias de Casino"

Dice mi amigo y gran escritor y periodista Javier Juárez:

"No sé que se espera de un presidente del Gobierno, pero estamos tan acostumbrados a verles como seres de otro planeta que se agradece ver a alguien que entiende el cargo con humildad y, por ejemplo, enseña a hacer una salsa de tomate durante una entrevista. Tanto marketing político para concluir que una receta de cocina puede ser el mejor discurso".
Y lo dice sobre el vídeo colgado por una TV holandesa en la que se entrevista al presidente de Uruguay, José Múgica. El presidente cocina para ellos una antigua receta de su tierra. En su casa, en su cocina. En sandalias. http://clar.in/1d19izC  Os animo a ver el vídeo.


Y reflexiono. Pienso sobre estos personajes a los que elegimos y les pagamos. Gente que está ahí para defender los intereses de  muchísima  gente.

El lunes estuve en un acto de postín de un periódico de ultraderecha, Por cada alto o medio cargo que llegaba a la sede del periódico, venían dos coches: el suyo y el de su escolta. Conductores, varios policias y dos Audis por cada mandamás. La mayor de los cargos era la vicepresidenta del gobierno Soraya Sáenz de Santamaría. De ahí, hacia abajo, cinco ministros, una secretaria general, una delegada del gobierno, varios directores generales, una alcaldesa, además de altos cargos y mandos de la guardia civil y la policía nacional. También políticos venidos a menos venían con su chófer. El párking de La Razón en seguida quedó saturado de tanto Audi. El humo de los cigarrillos que fumaban los choferes inundaba el patio como en una habitación cerrada.
 
Es una locura. Un compañero me contó que en la inauguración de Fitur llegaron tres cargos de IFEMA- el número UNO, el DOS y el TRES-  cada uno en su Audi, con su conductor. Si son los tres de IFEMA, reflexionaba mi compañero periodista:¿no podrían haber ido juntos, desde sus despachos, situados en la misma sede, en el mismo coche, compartiendo chófer?. Los concejales del ayuntamiento de Madrid tienen todos un coche y un chófer a su disposición. TODOS los concejales. Son 57.
 
En Suecia y Noruega los políticos hacen la compra en sus horas libres de la comida. A pie, en el centro comercial más cercano. (Y a veces los matan, claro, pero ellos siguen con esa conciencia de "somos todos iguales") Los ciudadanos nórdicos no se sorprenden ni hacen aspavientos si se encuentran en el mercado con la ministra de Asuntos Exteriores. En el idioma noruego no existe el "usted", y se llama de tú al panadero de la esquina y al rey Harald; en sueco, también  el rey Gustavo es como el del kiosko de la esquina. Tú, Gustavo. Tú,  quiosquero. Un idioma, una forma de ser. Nos sorprende aquí, pero es así.

Que un político conceda una entrevista, en zapatillas, en su casa, no debería extrañarnos. Son como nosotros, y nosotros les pagamos.  Dirán: es cuestión de seguridad. Es mentira. Es entendible en el caso de los altos cargos del país, en España. Pero que el líder de la oposición en el ayuntamiento de Madrid no se digne coger el metro para ir a trabajar es un anacro-patetismo digno de la clase política que, creo, no nos merecemos. Una cultura política mamada desde hace siglos. No se mezclan. Ni el más poderoso, ni el más común de los concejales.
 
Llegando al Congreso, hace poco, una ciclista, cuando pasaba por la puerta de los leones se paró cinco segundos para gritar "¡Hijos de puta, corruptos!". Me sorprendió el exabrupto mañanero de alguien haciendo deporte, pero no me extrañó. Hasta hace dos días, las vallas que rodean el Congreso han estado allí plantadas, desde que hace muchos meses una masa llamada "pueblo" montase una concentración que se dio en llamar "Rodea el Congreso". Tienen miedo los políticos, es verdad. ¿Por eso no cogen  el metro ni salen a la calle a pisar lo que pisamos todos? Yo creo, que en este país, han sido siempre así.
 
Es el puñetero boato español. Debe de quedarnos la rémora de Carlos I de España y V de Alemania. Que el despacho de Ana Botella sea el triple que el de Angela Merkel o que el del propio Rajoy dice mucho de este carácter español de "la apariencia de Casino".  Ya se sabe, si las cosas no las cuentas en el casino del pueblo, es como si no hubiesen pasado. Si no tienes un pedazo de Audi y un despacho de quince metros...
 
Pisar la calle es sano. Te pone en órbita en seguida. Bajar desde la zona más noble, más política y democrática de Madrid, desde la calle Cedaceros hasta la Plaza de Neptuno, a pie, te abre los ojos rápidamente. Hoy he visto a una mendiga , descalza, con los pies negros de pisar suelo, durmiendo, tapado todo su cuerpo con mantas,  a cinco metros del Hotel Palace. Salía del Palace una musiquilla de piano de años 20 absolutamente evocadora. Pena de foto, pero me falta la destreza y el desparpajo de los fotógrafos profesionales.
 
Tienen que salir a pisar el suelo, por mucho miedo que tengan.