martes, 1 de abril de 2014

Hoy hablo de mi libro. Cap. I


Hoy vengo a hablar de mi libro. Capítulo I. Deportes.
 
Ingresé en Telemadrid en 1991. Tenía 28 años.
 
A diferencia de algunos de los que entraron en la tele, yo ya venía enseñada. Había hecho el Máster de la SER (el Gabinete, le llamaban) , prácticas en provincias ( SER Vélez Málaga, SER Málaga) y, al final, un deseado trabajo en la Casa Madre, en Gran Vía, 32. En Radio Madrid.
 
 Yo ya sabía "algo" de periodismo.  Tuve maestros espectaculares: Carmelo Encinas y Joaquín Durán, por encima de todos los demás, que fueron muchos. Carmelo me enseñó el sentido común del periodismo. Será noticia lo que le importe a la gente, y la gente eres tú.
 
Pero antes estuve en Deportes.  Escuela donde se aprende lo peor y lo mejor.

Joaquín me enseñó el periodismo deportivo. Me lanzó a una redacción de deportes como el que tira a un pequeño bebé a una piscina. Aprendí a nadar. Estuve algunos años trabajando en ello, con varios directores de información deportiva, el propio Durán, José Joaquín Brotons, Julio César Iglesias, Antonio Martín Valbuena. Una chica en una redacción de deportes en aquellos años solo tenía dos opciones: convertirse en un machote que ríe y hace gracias de machotes....o hacerse la "chica".
     Yo hice las dos cosas.
Recuerdo noches fantásticas vividas en Gran Vía, 32. Mundial de México 1986 futbolistas usando la línea microfónica de la radio  (no la RDSI, es verdad, eso no existía) para habar con sus familias. Hablar por la SER era gratis.  Javier Lalaguna (Lala) y yo, marcando los números de la mamá de Butragueño, de la novia de Míchel o del papá de Tomás. Ellos en México, nosotros en la radio, en Madrid. Eran todos de mi edad. Y nosotros, Lala y yo, enterándonos de todos los tejemanejes, entresijos y cotilleos de los seleccionados. Nos enteramos del gel que usaba Butragueño (Sanex) y de lo que iba a hacer Míchel con su novia al acabar el mundial. En un hotel. En la playa. En la arena. En la cama. Tórrido.
Lala y yo nos llevaremos el secreto a la tumba de cosas que oímos de la propia voz de aquél... ¡Gerardo González, el segundo de Pablo Porta!....¡tiempos! Nos lo llevaremos a la tumba, claro, porque ya lo hemos olvidado. Y lo que entonces sería importantísima noticia,  hoy no sabríamos ni de qué hablábamos...
 
Nunca he contado esto. Futbolistas, entrenadores, directivos que ganaban entonces el triple de lo que cobraba el periodista que más cobraba en la Cadena SER ...llamaban por teléfono a sus familiares a través de la microfónica de la SER, para no gastar dinero en conferencias telefónicas. Impresionante. Y, en Madrid, dos becarietes, Lala y esta servidora, haciendo horas extras (no pagadas), quedándose hasta horas intempestivas (había que salvar el cambio horario)  para marcar los números que ellos nos decían que había que marcar... Vaya tela. Eran los comienzos. Lo que hubo que tragar.
 
 Recuerdo entradas en directo con Valdano, por ejemplo, en el aeropuerto de Barajas, volviendo de un partido europeo. Y cómo José Ramón de la Morena se reía de mí pensando en lo pequeña que soy yo y lo alto que es Valdano...El "paleto" (José Ramón) me llamaba la "princesa rojiblanca". No hay pudor en el periodismo deportivo. Sacan tus avenencias sin que les des permiso. Aun así, ahora son peores, están más vendidos que nunca al forofismo y a los clubes.
 
Recuerdo entrevistas a Molowny en un hotel del Escorial. Qué joven, qué insegura, qué miedo tenía a cagarla. Y, vaya por dios, no la cagué nunca. Fueron unos años matadores en los que aprendí una cosa muy importante: si te piden algo y no lo llevas...lo llevas crudo. No creas que eso se ha repetido muchas más veces. El nivel de exigencia de los mandos periodísticos ha bajado mucho...Yo llevé todo lo que me pidieron. Solo recuerdo como un trauma brutal un partido de baloncesto en Alcalá de Henares. "Minuto y resultado";  no era lo mío el basket.  No entendía, no me gustaba, no comprendía el baloncesto. Lo mío era el fútbol.
 
También recuerdo alguna rueda de prensa con Luis (el "sabio de Hortaleza"). Recuerdo el miedo que le teníamos, todos, pero sobre todo, las pocas chicas que andábamos en el periodismo deportivo. Una jovencita empezando en el periodismo frente al gran Luis. La hizo llorar. No era yo, pero casi lloré con ella. Luis, mamonazo, te lo recuerdo.
 
No le deseo a nadie empezar su carrera en el periodismo deportivo. Y, aún así, como he dicho, el periodismo deportivo que yo viví era menos forofo que el de ahora. Menos gritón y más sabio y riguroso.
 
Me ha quedado del periodismo deportivo una tendencia a ser pendenciera con los jefes de prensa. A no guardar modales cuando nos toman el pelo; usted y yo estamos aquí para algo: si esto no sale, va a ser que es culpa de alguno de los dos. Si es suya la culpa, aténgase a las consecuencias.
No suele fallar. Aunque hay  jefes de prensa, como todo periodista aprende a lo largo de sus años, que son más poderosos que las propias entidades a las que representan.

 

 

 

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