Hoy espero un
burofax, un mail, una llamada. Me van a despedir.
En otoño de 2003 Esperanza Aguirre llegó a la presidencia de la Comunidad de Madrid, después de unas elecciones repetidas por razones que todos sabemos y que no viene al caso recordar. Cuando empezó el cambio de directivos en Telemadrid, nadie en la Redacción de Informativos se sorprendió, estando como estábamos acostumbrados a que cualquier nuevo gobierno regional implicara movimientos en todos los estamentos de la casa.
En lo que nos afecta a los periodistas y técnicos: cambios en la Dirección de Informativos y Programas, y, con ellos, en las secciones de la Redacción y los espacios de producción propia. No nos sorprendió, pero nos encontró, a los periodistas, faltos del "músculo del adocenamiento", porque las últimas legislaturas de Alberto Ruiz Gallardón y Joaquín Leguina las habíamos vivido con cambios, sí, pero sin vendettas, ni estridentes vaivenes en la forma de actuar informativamente.
Habíamos disfrutado, en general, de un
ambiente periodístico libre y plural, tolerante con la discrepancia entre
colegas, de debate productivo entre los profesionales cuando se trataba de
elaborar los un día famosos "Telenoticias". Podría decirse que cada
nuevo gobierno de Madrid y con él, cada nuevo Director General de RTVM, optaba
por mantener, con pragmatismo que luego echaríamos de menos, lo que funcionaba
bien. La Telemadrid que dejó Alberto Ruíz Gallardón fue una TV con una gran penetración
en la sociedad madrileña y un muy aceptable nivel de audiencia, en torno a un
17%.
Cuando
aterrizaron los primeros directivos elegidos por Aguirre en la Redacción de Informativos,
el cambio en la forma de actuar fue lento y paulatino. Como una lluvia fina, como si claramente la
estrategia de los nuevos gestores de la
información en Telemadrid fuera la de no mostrar su verdadera cara hasta que
realmente fuese necesario. Con unas elecciones recién ganadas, el ambiente les
era propicio. Aún así, comenzaron por aniquilar la información local: esa que
hacía que muchos vecinos de Madrid llamasen antes a la Redacción de Telemadrid que
al 112 o a los bomberos. Esa información que nos hacía estar los primeros en la
aparatosa rotura de una tubería en el Paseo de las Delicias o en un atentado de ETA en Vallecas. Esa que
nos llevaba a los 175 pueblos de la Comunidad, a los lugares más recónditos y
alejados de la región, para denunciar un desmán ecológico, un atropello
político, un fraude inmobiliario....Ahora ya no se recuerda, o no quiere
recordarse, pero Telemadrid era la televisión de los vecinos de Madrid.
Las Asociaciones
de Vecinos de distritos, barrios y pueblos fueron aniquiladas sin miramientos de
los Telenoticias. La información local comenzó a convertirse en una serie de despliegues
informativos y propagandísticos para cubrir los actos de la presidenta de la
región y los alcaldes del PP; actos, ruedas de prensa e inauguraciones de
alcaldes de otras opciones políticas se ningunearon. También, en cierta medida,
los del alcalde de la capital, Alberto
Ruíz Gallardón, por razones obvias que emanaban directamente de la Puerta del Sol,
cuando no de la calle Génova.
Los madrileños
empezaron a alejarse de una televisión que era "suya". Se la estaban
quitando.
La información
nacional, e incluso la internacional, siempre fue, en la medida de los medios
económicos de una televisión autonómica, una apuesta de Telemadrid. Quizá el
hecho diferencial del éxito de aquella Telemadrid fue precisamente que sus
informativos podían ofrecer un directo de esa turbulenta tubería que provocaba
el caos de tráfico en la capital, y a la vez estar, veinte minutos después,
emitiendo a pie de un muro de Berlín que caía, de una Bosnia Herzegovina
arrasada por las bombas, de una guerra del Golfo que nos hizo famosos por
emitir información ininterrumpidamente durante más de tres días seguidos. O
saliendo en directo desde Bidart cuando cayó el colectivo Artapalo, la antigua
cúpula de ETA; o trasmitiendo desde multitud de puntos de Euskadi y Madrid las
horribles horas que transcurrieron entre el secuestro de Miguel Ángel Blanco y
su asesinato. O poniendo a disposición de acontecimientos como la Expo de
Sevilla o los Juegos Olímpicos de Barcelona, todo el talento de unos
profesionales que, sin disfrutar del poderío de TVE, tenían con los madrileños
esa complicidad del "tú a tú".
El por qué de que muchos ciudadanos nos eligiesen a nosotros en
acontecimientos de ese calibre, en vez de a algunas cadenas nacionales, dice
mucho del idilio que los espectadores madrileños vivieron con "su"
televisión. Pero nunca, y eso fue la clave del éxito, nunca olvidamos a los
vecinos de la Comunidad de Madrid.
La información nacional con la llegada de los mercenarios se convirtió- y son palabras textuales de un directivo de esta mísera época que comenzó en 2003- en una bomba incendiaria. "Aquí no manejamos información"- le espetó el Director de Informativos a una compañera de la redacción- "aquí manejamos bombas incendiarias". "A Pilar Manjón, ni agua", oí yo misma en una reunión de contenidos. Sin ningún complejo, los jefes de esta redacción iban desgranando su filosofía de lo que es para ellos el periodismo: "Nosotros trabajamos para quien nos paga". "Si quieres voces críticas, pon la SER".
Zapatero, Obama, Palestina,
la interrupción del embarazo, la píldora post-coital, los indignados, la
izquierda abertzale, el PSOE, IU, los sindicatos, las asociaciones de vecinos,
las víctimas del terrorismo que no fuesen la AVT...todo lo que se alejase de su
ideario dejó de tener, en Telemadrid, el derecho a ofrecer su versión. Notable
fue el cambio que se vivió en torno a la crisis económica, que comenzó siendo
la plaga a la que Zapatero nos había abocado, con su irresponsabilidad, y que
se tradujo en cientos de noticias, reportajes, editoriales, intervenciones de
expertos y tertulianos a sueldo....para pasar a ser -tras la llegada de Rajoy- una
letanía de informaciones oficiales no comentadas, sin derecho al reportaje. Sin
complejos.
Hubo un antes y un después en esta Redacción de Informativos: el 11 de marzo de 2004.
Los atentados en los trenes de Madrid les
quitaron la careta a nuestros gestores informativos y nos ofrecieron la peor
cara de lo que no es, en el mejor y más noble sentido de la palabra, la
profesión periodística. Ocultamiento de las declaraciones no queridas por la
casa, manipulación pura y dura, mentiras historiadas, seguimiento al pie de la
letra de las teorías conspiranoicas del diario El Mundo, sin vergüenza ninguna a abrir
Telenoticias con las portadas de ese rotativo. No solo estaban manipulando la
información, estaban copiando sin sonrojo lo que otros hacían, bueno o malo. La
mediocridad del mal periodista. No hay que decir que los analistas que pasaban
por Telemadrid en aquella época eran, son, lo peor de la caverna mediática de
este país, historiadores de pacotilla, locos visionarios, mala gente a sueldo,
mucho mercenario.
Esta periodista
que suscribe dirigía por aquel entonces, marzo de 2004, un programita pequeño, de esos que llaman de
"presupuesto cero", el MADRID SIETE DÍAS. Un espacio de información
de periodicidad semanal. Una subdirectora que acabó saliendo de la casa- a la
que desde aquí agradezco su detalle- me telefoneó para alertarme sobre la intención de la
dirección de informativos de "cocinar" un reportaje sobre la supuesta
relación de ETA y AlQaeda en los atentados de Madrid. Me negué a hacerlo,
tampoco a avalar con mi firma de directora lo que me pareció un engendro
periodístico como muchos de los que he visto hacer en todos estos años. No se
hizo.
Por supuesto, me
esperaban a la vuelta de la esquina.
En marzo de 2005,
después de un año de mucha cintura y tremendas broncas diarias para parar el
deterioro de nuestro pequeño programa (un 20% de media de audiencia hasta
2003), el Subdirector de Informativos me propuso recordar los atentados de 2004
con un SIETE DÍAS monográfico (le cambiaron el nombre, ya no se llamaba MADRID
SIETE DIAS porque ya no les interesaba MADRID). El reportaje, me dijo, se
compondría de un relato cronológico de lo que sucedió el 11 de marzo de 2004:
-"Y lo tengo aquí"- me dijo-"en estos nueve folios. Aquí está la
verdad del 11-M".
No hubo manera de
obtener de él la fuente del disparate (aunque la imaginé) , y yo, le dije, no
hago reportajes copiando nueve folios de "nadie". "La historia
cronológica del 11-M ya la sabemos". Así que, una vez más, no hubo
acuerdo. Por enésima vez me negué a escribir y a trabajar al dictado ("Esto"
es trabajar al dictado: cuando lo decimos los que luchamos por Telemadrid y
nuestro empleo, parece que no tenga significado, pero lo tiene. Y es así de claro: yo dicto, tú escribes y
luego lo lees y lo cubres de imágenes). "No haré, no firmaré y no quiero que "eso"
que vas a hacer salga con la cabecera del SIETE DÍAS", le dije.
Esos "nueve
folios" se convirtieron en un Especial Informativo (sin cabecera del SIETE
DIAS) que se llamó "Cuatro días que cambiaron España". Fue un
escándalo en el mundillo periodístico por la desvergüenza de las tesis que
sostenía, y por algunas prácticas televisivas de éstos Goebbels de pacotilla
que nos dirigen desde hace nueve años. A saber, un anagrama de ETA semi-encadenado
sobre las imágenes de las manifestaciones del 13 de marzo contra las mentiras
que el gobierno Aznar vertió aquellos días sobre los atentados. La manipulación
puede ser sofisticada, pero en este caso, lo burdo predominó sobre lo sutil. Como
siempre.
Sabía que me
esperaban a la vuelta de la esquina, y la esquina volvió a ser el 11-M. Me
cesaron del cargo de directora de mi pequeño SIETE DÍAS (antes MADRID SIETE
DÍAS), un programa modesto y decente que monté con dos redactores y un
realizador y que llegó a tener, en los grandes días, un 25% de audiencia.
Desde 2004 hasta
2012 han pasado ocho años. En todo este tiempo, decenas de periodistas de la
redacción han dimitido o han sido cesados de sus cargos de responsabilidad en
Telemadrid. Decenas de periodistas no firmamos nuestras informaciones porque
nuestra no-firma es una forma de decirle a los madrileños que nos da vergüenza
lo que han hecho con su televisión. Se ha creado una nueva
"infra-casta" en Telemadrid, que es la de los que no hacen nada-
porque no les dejan- o la de los que han pasado a la "unidad de
quemados", a la primera planta, donde no nos ven los de la segunda, y
donde realizamos tareas inadecuadas para nuestra capacitación y experiencia.
Cada periodista
cesado, quemado, dimitido, apartado, ninguneado, ha sido sustituido por otro
que ha venido de fuera, siempre o casi siempre con algún aval a su favor: hijo,
sobrino, primo de..., o empleado despedido de IB3 de TVGa, o, asesores y jefes de prensa de ministros y
cargos del PP, o incluso, asesores de la
Moncloa de Aznar que compaginan su trabajo en Telemadrid con concejalías en
ayuntamientos de la región. "La redacción paralela", pues, es una redacción creada "ad hoc" para cubrir los huecos que hemos dejado los periodistas que no nos hemos acomodado a su peculiar y mercenaria forma de entender el periodismo. Mis compañeros, yo misma, somos la redacción de Telemadrid que hicimos de esta televisión un medio respetable y querido. Cuando decimos "nos echan por no escribir al dictado", sepan que es absolutamente cierto. Sepan que llevamos desde que llegaron denunciando la manipulación- incluso en instancias europeas- a la que someten a ésta televisión pública que pagamos todos. Sí, luchamos por nuestro empleos. Pero creemos firmemente que esta Telemadrid, que fue posible, puede seguir siéndolo.
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